Nov 28 2007

En manos de imbéciles peligrosos

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Iñigo Sáenz de Ugarte

Algunas historias del frente de batalla en la “guerra contra el terrorismo”, más conocida como la era de la paranoia. Un camión de bomberos canadiense que acudía a colaborar en la extinción de un fuego en el estado norteamericano de Nueva York fue detenido en la frontera durante siete minutos hasta que los policías comprobaron la matrícula del vehículo.

Un hombre que estaba sufriendo un coma diabético en un autobús en la localidad británica de Leeds recibió dos disparos de una pistola eléctrica ante el temor de la Policía de que supusiera un riesgo para la seguridad de los viajeros.

La zona de equipajes del aeropuerto norteamericano de Portland quedó sellada durante seis horas al aparecer una sustancia blanquecina: resultó ser una mezcla de harina y azúcar.

Un guardia de seguridad expulsó a un hombre de un pub en Cairns, Australia, porque estaba leyendo la novela “El terrorista desconocido”. Algunos clientes se habían puesto nerviosos.

Cuando explicaron lo que había ocurrido al autor de la novela, Richard Flanagan respondió: “¿A qué nivel de estupidez hemos llegado en esta sociedad cuando te expulsan de un bar por la portada de un libro?

Son casos reales ocurridos en las últimas semanas y seleccionados por el blog Schneier on Security. No es necesario llevar una camiseta con la leyenda “Bush es un terrorista” para que te saquen de un avión (ha sucedido en EEUU) o hablar en árabe para que te ocurra lo mismo (ha sucedido en EEUU y también en España). La paranoia exacerbada de las autoridades, unida a los efectos del miedo inoculado en la gente corriente, han terminado por crear el cóctel perfecto: todos somos sospechosos y la Policía tiene todo el derecho del mundo a obrar en consecuencia. Y si te resistes, eso confirma que la Policía tiene razones de peso para actuar.

Esta semana, hemos sabido que el Ministerio británico de Hacienda ha perdido los datos personales y bancarios de 25 millones de contribuyentes. Estaban incluidos en dos discos que un organismo oficial envió a otro departamento a través de los servicios regulares de una empresa de correo. Ni siquiera iban en correo certificado. Los metieron en un sobre y anotaron la dirección. Tres semanas después, descubrieron que habían desaparecido. El Gobierno tardó otros diez días en hacer pública la noticia. Si los datos habían caído en manos de delincuentes, era necesario darles tiempo para que pudieran rentabilizar el hallazgo.

Todas las medidas puestas en práctica por los Gobiernos de EEUU y Europa desde el 2001 incluían el mismo mantra: lo hacen por nuestra seguridad. En países como España, todo esto no ha provocado una alarma especial. A fin de cuentas, aquí vamos a todos los sitios con el DNI en la boca. Hasta para pagar la gasolina hay que mostrarlo.

Dentro de no mucho tiempo, nos harán un escaneo rápido del iris del ojo para que podamos demostrar que somos quienes decimos que somos. Y al final todos esos datos personales acabarán en un sobre que se perderá en algún lugar recóndito de la geografía de la burocracia.

Es una constante de la historia de la humanidad desde que los hombres empezaron a agruparse en ciudades. El miedo es el mejor factor cohesionador para que los ciudadanos terminen haciendo lo que las autoridades quieren que hagan. El rostro del enemigo va cambiando, la necesidad que siente el Estado por controlarnos, no.

Sin embargo, cuando llega el momento de la verdad, cuando alguien especialmente peligroso quiere hacernos daño, aparece ese burócrata que tiene ganas de volver pronto a casa o ese policía que aplica el manual con la misma espontaneidad de un robot.

Y se desata la tragedia. Los del 11-S pudieron aprender a pilotar un avión de pasajeros. Cuando les dijeron que tenían que saber cómo aterrizar el avión, respondieron que no estaban especialmente interesados en la maniobra. Y no pasó nada. O en Asturias un delincuente con un historial de esquizofrenia paranoide consiguió vender 100 kilos de dinamita sin que la Guardia Civil se enterara de nada.

Los zapatos se han convertido en un objeto sospechoso en los vuelos. Los líquidos, en un arma potencialmente letal. Los estrategas de la lucha antiterrorista piensan siempre en conjurar el último atentado producido, no el que está por venir.

Como dice Schneier, el objetivo del terrorismo no es matar gente, sino crear terror. Lo primero es el medio. Lo segundo, su auténtico fin. Los objetivos de sus acciones no son los que mueren, sino los aterrorizados por esas muertes.

Su única victoria se la podemos conceder nosotros. Si nuestra vida no se parece mucho a lo que era antes de los atentados, ellos han vencido. Si consiguen paralizar estaciones, puertos y aeropuertos, ellos han vencido. Si desconfiamos de los que tienen un color distinto, hablan otro idioma o rezan a otro Dios, ellos han vencido.

¿Llegarán a entenderlo algún día los imbéciles?


Nov 27 2007

Cómo hacer ciudadanos estúpidos

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Pascual Serrano

Vale la pena hacer un repaso al informativo de la cadena de televisión española Antena 3 el domingo 25 de noviembre. En Nacional, con motivo de la represión de una manifestación antifascista en Madrid, afirman que “la marcha tuvo que ser disuelta en varias ocasiones por la policía”. Obsérvese el “tuvo que ser” como necesidad, no como decisión política y policial. A continuación, califican de “radicales” y “antisistema” a los que se manifestaban frente a una librería donde se celebraba un acto con un líder del Ku-Klux-Klan en Barcelona. Movilizarse contra el KKK ahora es ser radical y antisistema, como hace siglo y medio en Estados Unidos.

En Internacional llega la noticia de la aprobación de la Constitución en Bolivia, donde hubo enfrentamientos entre fuerzas policiales y manifestantes armados. Por supuesto, allí la policía “no tuvo que disolver” por obligación, como en Madrid, sino por vocación represora. A diferencia de los enfrentamientos en España, en Bolivia se recogen testimonios de cuatro de los manifestantes contra el gobierno y la opinión de un político opositor. Ningún comentario de nadie del entorno gubernamental ni de los diputados del partido gobernante; tampoco se emitieron declaraciones del presidente Evo Morales, a pesar de que las hizo tras los disturbios. El presentador dice que los opositores acusan al presidente Evo Morales de querer perpetuarse en el poder mediante la nueva Constitución aprobada en la Asamblea, pero no ofrecen ninguna información sobre el contenido de esa ley.

A continuación, nos toca la noticia de Venezuela. Se recoge el testimonio de tres opositores que afirman que no quieren vivir en la dictadura de Chávez y, por supuesto, no se ofrece ninguna información sobre el contenido de la reforma constitucional.

Cuando termina el noticiero, el pobre ciudadano pensará que no existe nadie en Bolivia ni en Venezuela que apoye a sus presidentes, aunque éstos ganan en las elecciones con mayoría absoluta; no tendrá la menor idea de qué dicen las constituciones de esos países, cuyos presidentes tienen el atrevimiento y el despotismo de someter a referéndum; que los antifascistas españoles son mudos porque no hablan ante las cámaras y que si quienes se manifiestan contra el Ku-Klux-Klan son radicales y antisistema, es que los tipos de la caperucha son los moderados que están a favor del actual sistema.

Y así, así, hacemos ciudadanos estúpidos.


Nov 23 2007

en coche, en bus o en bicicleta?

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creo que queda todo dicho…
(La foto viene de la oficina de planificación urbana de Muenster, Alemania.)


Nov 23 2007

¿Democracia? no, gracias

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Carlos Tena

Tengo muchos conocidos, incluso algún sobrinos, primos o colegas (¿debería escribir colegos?), que están convencidos de que España está dotada de un sistema democrático estupendo, homologable a los existentes en Francia, Alemania, Gran Bretaña o (esto es lo más alucinante) los ¡EEUU de Norteamérica¡, pero además, presidido por un monarca que demuestra su sentido popular y sufragista todos los días, cuya sencillez extrema se demostró casando a su vástago Felipe (eso sí, católico, apostólico y romano), con una divorciada que trabajaba en la TVE.

La boda luego (según me cuentan ellos) no resultó tan humilde o sencilla, pero se trataba de emular las conquistas “emocionales” que Gran Bretaña logró con el enlace entre el Príncipe Carlos y la infortunada Diana de Gales, por lo que papá Juan Carlos y mamá Sofía decidieron tirar un diez por ciento de la casa por la ventana (un dinero que le entrega el pueblo español cada año), parando el país merced a la astuta transmisión del vodevil, y en fin, dejando claro que Eva Sanum era un zorrón noruego y que el meloso Felipe supo enderezar su vida eligiendo a la locutora, aunque no fuera ni virgen ni mártir.

Hoy, la princesa consorte, feliz mamá, frunce el ceño (pero en privado) cuando sabe que ninguna de sus nenas jamás podrá llegar a lucir el titulo de Reina de España, si alguien (y no va a ser el Parlamento) no toma antes las medidas oportunas para mandar al carajo los restos de Ley Sálica que aún se tienen que tragar hasta las feministas del PSOE e IU. Defensa de los derechos de la mujer, pero nunca en la familia real. Derechos de la mujer siempre, pero nunca en la familia vaticana. Ya se sabe que la hembra es portadora del pecado mortal, la lujuria, en el que siempre caen los fans del Papa y sus eminentísimas, los cardenales.

¿Democracia en España? Una sonrisa que se trueca en mueca mefistofélica cuando resulta que, curiosamente, ninguno de los que discuten conmigo, a veces incluso de forma acalorada, hicieron absolutamente nada, durante la dictadura franquista, por defender las libertades mínimas que exige un sistema en el que el pueblo sea dueño de su destino. Mas, hoy en día, defienden su europeismo militante, que se quiebra algunas veces cuando, en los bares y pubs donde pasan más horas que en el trabajo, se dedican a insultar a los franceses por haber protegido a los etarras y además pecar de chauvinistas, a los ingleses porque se niegan a devolver Gibraltar (¿es que hay miedo a que el pueblo gibraltareño sea el que decida democráticamente su futuro?), a los italianos porque aseguran que “nos quitan el aceite de oliva”, a los alemanes porque sólo saben trabajar, a los suecos porque sus cónyuges son promiscuos, y así seguiríamos ad libitum.

Aún más, esos colegas, conocidos, cuñados, primos, etc., cuando terminan el recorrido europeo, situándose en ese limbo que se llama “ser español es un título”, la emprenden también con los catalanes porque quieren ser nación, con los vascos por lo mismo y lo que todos imaginamos, para acabar diciendo que “como en este país no se vive en ningún sitio”. En verdad que no. No queda nadie a salvo, excepto el Real Madrid, esa multinazional en la que nadie defiende los colores de un club, sino el contrato que vincula a un jugador, a la que le importa tres pitos el “madrileñismo”, que por otro lado también deberían representar el Atlético de Sabina, el Rayo de Ramoncín (al que le gusta decir que conoce Vallecas, pero ignora por dónde está la boca de Metro más próxima al estadio) o el Getafe de mi amigo Ricardo. Nunca comprenderán que se puede haber nacido en la hoy capital del reino y ser forofo del Carboneras, que ni tiene dinero ni un equipo genial, pero tienen ganas, humildad y dignidad. O del Athléti de Bilbao, en el que no se aceptan jugadores foráneos (no por racismo, ojo), sino precisamente para defender unos colores, una cultura y un espíritu deportivo tiznados en el mundo con el color del dinero, del maldito papel impuesto por encima de la dignidad en la competición. ¿Espíritu deportivo en el Real Madrid, el Barça, el Milan, el Liverpool, el Dinamo? Ese aroma ya no impregna los estadios de los clubs mentados, sino el grito, el insulto y el desprecio, incluso a los jugadores de otras etnias, aunque lleven la camiseta del equipo local.

Me canso de decir a mis colegas, cuñados, conocidos, primos y demás familia, que el vocablo democracia hoy les sirve lo mismo para designar el régimen de Marruecos, Kuwait, Honduras, El Salvador, Guatemala, Corea del Sur, Estados Unidos de Norteamérica, España, el Irak invadido, o Italia, que el de Rusia, Polonia, Albania, Rumania, Dinamarca, Suecia, Filipinas, Japón, o Andorra, muchos de cuyos gobiernos y regímenes políticos tienen comportamientos no sólo incompatibles con el término, sino que resultan nítidamente antidemocráticos.

Les importa tres pitos, porque están convencidos (hipnosis colectiva) de que se hallan en un país que respeta el juego de la voluntad popular: o sea, cuando depositan una papeleta cada cuatro años. Son así. Es como si creyeran que el campo es un lugar estupendo para la reflexión, y se van a comprobarlo al jardín del chalet del vecino, que tiene un adosado muy apañadito, de esos que hacen feliz a Rosa Montero. O como si confundieran la repoblación forestal con yacer alegremente debajo de un pino.

Me “jarto” de recordar a mis contertulios que esa democracia que defienden es la que permite que si “gana el que no conviene a EEUU”, hay que emprenderla a golpes de estado; es la que se llena de orgullo porque los homosexuales puedan casarse; pero es la misma que practica el racismo y el clasismo más violento, el más excluyente, insultando a jefes de estado que llevan jersey de colorines o no llevan corbata, ni son de raza blanca, o sea, como Hitler; es la que humilla a los emigrantes todos los días en todas las ciudades de la península; es la que se alegra de que un descerebrado fascista la emprende a golpes en el Metro contra una ecuatoriana de quince años; la que comprende que los franquistas salgan a la calle a gritar vivas al dictador, cuando deberían ser juzgados (utilizando esas leyes tan democráticas) por “apología del terrorismo”; es, en definitiva, una sociedad que les ha engullido en un limbo, insisto, en el que no ven jamás el bosque porque se lo ocultan los árboles.

¿Son acaso incapaces de pensar que el control de los medios de comunicación (todos en manos privadas, incluidos los públicos) impide a las grandes mayorías, salvo rarísimas excepciones, tomar conciencia de la caricatura que sirve de soporte a esos sistemas de poder, que excluyen en la práctica la participación del pueblo en las decisiones de las que depende su presente y su futuro?

¿No resulta curioso que un izquierdista nada radical, como José Saramago, opine que para que superemos la crisis actual de la civilización y evitemos el colapso, es urgente “colocar en el centro de la discusión el tema de la democracia, de la democracia auténtica, de refundar el concepto a partir de las necesidades reales en las que viven las personas”?

¿Tal vez se niegan a admitir que la democracia es, per se, un sistema popular, participativo, revolucionario, anticapitalista, y que el liberalismo salvaje que se impone gradualmente en la Europa de hoy, no deja de ser un sistema totalitario disfrazado, similar a los que rigen en El Salvador, EEUU, Colombia, Marruecos, El Vaticano, Honduras, Guatemala, Paraguay, Arabia Saudita, Kuwait, etc.?

Ninguna de las preguntas les anima a seguir en tertulia. Más bien barruntan frases ininteligibles, tosen y piden la cuenta (menos mal), como diciendo: Mira si soy demócrata que te invito, y eso que eres un extremista. Lo que yo digo. Pensar es muy malo. ¿Será por eso que la estatua de Rodin parece meditar sobre estas cuestiones?

Nota .- El responsable del artículo ha olvidado voluntariamente colocar los equivalentes femeninos de todas las palabra subrayadas, y menos aún a poner la @, porque tiene prisa, es muy tarde, y no tiene ganas de hacer la pelota a feministas de baja intensidad como Rosa Aguilar, María Teresa Fernández de la Vega, Trinidad Jiménez y Maruja Torres.


Nov 22 2007

Edicto real

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José Steinsleger

Yo, Juan Carlos I de Borbón, rey de España, de Castilla, de León, de las Dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Menoria, de Jaén, de los Algarves, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas Canarias, de las Indias Orientales y Occidentales, y de las Islas y Tierra Firme del Mar Océano…

Yo, chozno de Fernando VII (1808/1813-33), injustamente apodado El felón por haber tramado el envenenamiento de sus padres para ceñir sobre su testa contrahecha la corona que en Bayona vendió por un duro al Gran Corso, mientras el pueblo se desangraba en su nombre…

Yo, archiduque de Austria, duque de Borgoña, Brabante, Milán, Atenas y Neopatria; conde de Habsburgo, Flandes, el Tirol, el Rosellón y Barcelona; señor de Vizcaya y Molina; rey de Hungría, Dalmacia y Croacia; duque de Limburgo, Lotaringia, Luxemburgo, Güeldres, Estiria, Carniola, Carintia y Würtemburg…

Yo, tataranieto de Isabel II (1833-68), quien junto con Inglaterra y Francia tomó el puerto de Veracruz en garantía del pago por deudas contraídas en las guerras civiles de México (1861), y que luego invadió las islas Chinchas de Perú (1863), y luego se anexionó República Dominicana (1861-65), y luego sometió a cruel bombardeo los puertos de El Callao (Perú) y Valparaíso (Chile, 1865-71).

Yo, Landgrave de Alsacia; príncipe de Suabia; conde de Artois, Borgoña Palatinado, Hainaut, Namur, Gorizia, Ferrete y Kyburgo; marqués de Oristán y Gociano; Margrave del Sacro Imperio Romano y Burgau; señor de Frisia, Salins, Malinas, la Marca Eslovena, Pordenone y Trípoli…

Yo, bisnieto de Alfonso XII, El pacificador (1875-85), hijo de la anterior y de su primo el príncipe Francisco de Asís y no, como se dice, del capitán Enrique Puig Moltó; invasor de Haití junto con Estados Unidos, Francia e Inglaterra (1871 y 1883), quien fue sorprendido en su buena fe en la Plaza de la Cebada cuando unas mozas que lo vitoreaban le espetaron ‘¡Mas gritábamos cuando echamos a la puta de tu madre!’…

Yo, capitán general de las Reales Fuerzas Armadas y su comandante supremo; soberano Gran Maestre de la Real y Distinguida Orden de Carlos III; de Isabel La Católica; de las Damas Nobles de María-Luisa; de Alfonso X El sabio; de Montesa, Alcántara, Calatrava y Santiago, así como otras órdenes menores o condecoraciones españolas…

Yo, nieto de Alfonso XIII (1886-1931), hijo póstumo del anterior, que en el día de su boda salvóse de la bomba lanzada a su carroza por el anarquista Mateo Moral (1906); “pacificador” de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Marruecos; pionero del cine pornográfico en el barrio chino de Barcelona; partidario del falangista Primo de Rivera y destronado en 1931 por la chusma de la llamada Segunda República…

Yo, caballero de la Orden de Javier, de la Anunciada, de la Jarretera y del Imperio Británico (desde 1988); Bailio Gran Cruz de Justicia con Collar de la Orden de Constantino y Jorge de Grecia, y Honor y Devoción de la Soberana Orden Militar de Malta; Gran Collar de la Reina de Saba, y la Dinastía Reza de Irán; Gran Cordón de la Orden Suprema del Crisantemo de Japón; Gran Cruz de la Legión de Honor y de la Orden Nacional de Mérito; Premio Félix Houphouet-Boigny Para la Búsqueda de la Paz de la UNESCO…

Yo, hijo de Juan de Borbón y Battenberg, legítimo y eterno candidato al trono, quien murió de tristeza por mi fidelidad al Caudillo y a los Principios del Movimiento Nacional…

Yo, a quien acusaron de traicionar a los golpistas del 23 de febrero de 1981…

Yo, partidario de la incorporación de España a la OTAN por mediación de Washington y mi fiel vasallo Felipe González (1986)…

Yo, beneficiario de un crédito de 100 millones de dólares del príncipe de Kuwait para que los aviones de Estados Unidos puedan aterrizar en nuestro suelo durante la guerra del Golfo (1991)…

Yo, socio de los implicados en el escándalo del banco Ibercorp (1992), que se quedaron con el dinero de centenares de ahorristas…

Yo, señalado junto a mi dilecto José María Aznar co responsable en los negociados de la petrolera francesa Elf (2003)…

Yo, quien tanto hizo por el Grupo Santander Hispano y Repsol a fin de apoderarnos de Yacimientos Petrolíferos Fiscales de Argentina…

Yo, amigo de Mario Conde, director del intervenido Banesto y ‘banquero de la monarquía’…

Yo, íntimo del príncipe Zourab Tchokotua, de Georgia, procesado en un tribunal mallorquí por presuntas estafas inmobiliarias…

Yo, incapaz de enfrentar a un novillo pero matador, en 2004, de una osa preñada perteneciente a una especie en extinción a la que mis amigos rumanos emborracharon con vodka y miel para dar en el blanco…

Yo, reunido en esta Capitanía General junto a mi fiel José luis Rodríguez Zapatero y tantos de mis vasallos que, sabiamente, retornan poco a poco al redil de la Madre Patria tras sus locas aventuras libertarias… Yo, el rey, os ordeno a que te calles en nombre de los principios, la moral, la tolerancia y la decencia de las gentes de razón.

Dado en Santiago de Chile en noviembre de 2007


Nov 21 2007

Miguel Bosé y Venezuela

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Koldo Campos Sagaseta

Declaraba en estos días ese canturreador de loquitas quinceañeras llamado Miguel Bosé que si sus “fans” desean verlo en Venezuela, que no voten por Chávez, cuyas “fórmulas no son muy democráticas”, ya que no piensa aparecer por ese país mientras siga siendo Chávez presidente, dado que “nunca ha habido menos posibilidades de expresión a nivel de medios públicos ni tanto periodista en arresto en las cárceles”.

(…) Que feliz suerte la de Venezuela y que infeliz desgracia la de Miguel Bosé que para poder seguir viviendo en su España cañí va a tener que devaluar un tanto sus finos escrúpulos de canturreador de quinceañeras, no vaya a ser que un mal día, inoportunamente, se indigne contra el cierre de periódicos y revistas vascas como Egin, Egunkaria o Ardi-beltza; se exaspere por el cierre en el País Vasco de emisoras de radio; se irrite por la condena de 12 años a un preso por un artículo de opinión; se encolerice por someter a la justicia a un presidente autonómico acusado de haber hablado con otro político con el que todos han hablado; se enoje por llevar a la cárcel a las legítimas autoridades de Udalbiltza; o muestre su ira por los miles de vascos a los que se niega su derecho a elegir y ser elegidos, porque si Miguel Bosé, por las razones expuestas, también va a negarse a cantar en su país, pocos escenarios van a quedarle a la altura de sus aprensiones para poder seguir canturreando a loquitas quinceañeras que, a diferencia de Miguel Bosé, siguen cumpliendo años.

[artículo completo aquí]


Nov 21 2007

España una: vigilantes de la democracia ajena y comerciantes de la propia

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Concha Mateos Martín

Esto es un artículo de opinión. Como todo lo que usted lee y escucha en los medios de comunicación. Sólo que aquí no lo disimulo. No le propongo que hagamos, usted y yo, como si no nos diéramos cuenta. Como si no nos diéramos cuenta de que en realidad yo simplemente digo lo que pienso. Aquí no hay frac ni maquillaje de estilo, ni comillas, ni rosario de datos puros para trufar de verismo, ni estilo verbal en tercera persona. Aquí uso el pronombre yo, porque soy yo quien le está hablando y usted merece que yo me responsabilice de lo que digo.

No hay más objetividad que la subjetividad confesa. Y Telefónica no es España. Lo fue, cuando era pública y sus beneficios eran públicos, o sea, para repartir –se repartiesen o no–. Ahora es privada y sus beneficios también lo son. Por eso sus problemas sólo son suyos. Igual que los de Repsol. Igual que Endesa. Pero a veces, los gestores de España les alquilan su respaldo, el respaldo de España.

El lunes día 19 de noviembre ha estado la Casa de América de Madrid Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, invitado a un coloquio con Emilio Menéndez de Valle, eurodiputado socialista, en el ciclo Hacia el Bicentenario: América Latina, a debate.

El asunto se titulaba ¿Revoluciones en democracia? Las claves de la actualidad política latinoamericana. Y claro, se habló de Venezuela. Y de Chávez. Y del rey. Pero no sólo, y no fundamentalmente. Lo cual denota un saludable índice de independencia intelectual en lo contertulios.

Los dos ponentes coincidieron en algo: la democracia como sistema político de organización del poder está desarrollada, consolidada y funcionando en la región latinoamericana.

Ramonet destacó, junto a la democracia, otros dos rasgos de estabilidad generalizada: uno, la paz, porque no hay alzamientos violentos contra los poderes ejecutivos democráticamente constituidos, ni conflictos bélicos entre países –exceptuando la lacra que sufre Colombia– y el otro, el desarrollo económico, dado que se registra un crecimiento económico sostenido en el último quinquenio en torno al 5% como media según la CEPAL, con países como Venezuela que superan a veces el 10%, el 11%, o el 14% anual.

Frente a ello, el eurodiputado y ex embajador español marcó como rasgos remanentes y generales la miseria y la exclusión. Habló de ellas, pero en ningún momento abordó sus orígenes, ni trató de explicarlas, ni se preguntó ni nos hizo preguntarnos por sus responsables.

El señor Menéndez del Valle –quien viaja en avión como usted y yo lo hacemos en autobús urbano o en metro– se quejó de tardar más en llegar de la T4 (habló así, dando por supuesto que el término tecuatro formaba parte del vocabulario cotidiano de todos los presentes) al centro de Madrid que de Bruselas a la T4.

Aclaro con humildad que la T4 es la terminal del aeropuerto de Madrid-Barajas, y que aunque el mundo se haya convertido en una manzana de barrio para un gran número de pasajeros que viajan a diario con dinero público supuestamente destinado a servir al interés general, sigue habiendo muchos contribuyentes que no la han utilizado aún y quién sabe cuándo la usarán. Aunque se olvide, esta nueva clase internacional que igual presume de haber hablado ayer con Bush o la Bachelet y dos semanas antes con un ministro italiano en una cena en Roma, es minoritaria, muy minoritaria.

Pues, bien, Telefónica no es España. Y si precisa un rey para que defienda sus intereses privados, que se compre uno y le pague ella sus servicios de representación ¿no?

Telefónica no es España, pero mi madre sí lo es. Ella es España y su pensión de menos de 500 euros, también. España está llena de viudas como ella con pensiones raquíticas como la de ella. Y cargas sociales que las convierten en una especie de subdelegaciones ministeriales de asuntos sociales sin asignación presupuestaria. Ellas son España, pero el rey no viaja para defender sus intereses. Supongamos que sí los conoce.

La miseria y exclusión que sufren aún los países latinoamericanos y que tanto le duele al eurodiputado que viaja en avión como yo en metro no es fruto de las políticas que están aplicando presidentes jóvenes como Evo Morales o Rafael Correa o Hugo Chávez. Llevan más años interfiriendo en el mapa económico latinoamericano Repsol o Telefónica que Morales o Chávez.

Sin embargo, el nombre de las empresas no sonó en ningún momento en el discurso de Menéndez del Valle.

Reconoció el ex embajador español que saben practicar la democracia los latinoamericanos. Que él mismo ha participado como observador en numerosas citas electorales en Latinoamérica recientemente y que sólo puede decir que han sido procesos transparentes sin duda.

Sí, las democracias latinoamericanas son democracias vigiladas. Desde Europa, desde la América del norte, desde España tenemos que asistir a supervisar que ahí fuera, en ese otro mundo que está acatando la democracia-a-nuestra-manera, tenemos que asistir a comprobar que lo hacen bien. Y que igual de democrático es Alan García que lo fue Aznar, que lo son Rodríguez Zapatero o Chávez.

A Chávez, además, hubo que ir a vigilarle en 2004 para ver si realizaba bien el referéndum revocatorio. En Europa no se celebran referendums revocatorios, el derecho constitucional europeo no lo contempla. No han tenido a bien los europeos incluir en sus normas fundamentales la posibilidad de consultar al pueblo después de probar a un gobernante si efectivamente le sigue apoyando o, al tomar cargo de su poder, le ha defraudado y quiere revocarlo, sacarlo, del poder. En Europa no practicamos la democracia con posibilidad revocatoria, no tenemos expertos en la práctica de ese asunto, pero aún así también enviamos a nuestros observadores internacionales a vigilar si la revocación se realizaba correctamente o no en Venezuela en agosto de 2004.

Como esto es un artículo de opinión, puedo decir que esa práctica resulta ignominiosa desde mi punto de vista. La de la observación internacional que tanto practica el eurodiputado Menéndez del Valle, no la revocatoria, que no he podido practicar nunca hasta el momento y que me encantaría experimentar, sin duda, por ejemplo con la constitución que redactaron para mí ocho padres, o nueve, en secreto, siguiendo consejos telefónicos del otro lado del Atlántico, y que respeto y cumplo, pero no valoro positivamente, porque no puedo y que quisiera revocar, ya que representa una norma de convivencia, una regla del juego, que se dieron en su día un conjunto de personas que en parte ya están muertas y que se irán muriendo para dejarnos en herencia sus valores convertidos en ley superviviente. Porque, ¿acaso no es una arrogancia que una generación piense que ha dado con la norma que ha de ser válida para todos los que vienen luego? Pero ese espino nos daría para otro artículo otro día.

¿Quién necesita a los observadores internacionales en las elecciones de Venezuela –14 procesos electorales democráticos desde 1998–? ¿Los que no se fían? ¿Quiénes no se fían? ¿El rey de España, Telefónica, mi madre? Yo sí me fío. Quien no lo haga, que se compre también un aparato de vigilancia internacional de la democracia. Yo no puedo consentirme ese gasto en seguridad.

Por eso vivo en una democracia no observada por observación internacional. Acá, en España, votamos como podemos, dulcemente seducidos –no como en Venezuela, donde “ese loco les tiene comido el coco a todos porque tiene dominada la televisión”. En España votamos informados por medios independientes que publican la verdad al margen de que perjudique al rey, a Telefónica, a Repsol o a Carlos Slim. Nuestra información no está manipulada y disfrutamos de garantías que nos protegen frente a promesas incumplidas de los candidatos políticos que ganan elecciones. ¿Es así o no?

Hay quien ha ido al notario a firmar en público algunas de sus promesas electorales, de no pactar con el PP si ganan, por ejemplo, para que veamos que lo que pone en su programa electoral se compromete a cumplirlo. Compromiso con una frase del programa electoral, no con todo. ¿Y el resto? El resto, que no se firma ante notario, ¿tenemos que creer que se va a cumplir? No, simplemente se espera de nosotros que hagamos “como si”, como si nos creyéramos el juego. Somos los vigilantes de otras democracias, sería inadmisible sospechar defectos de forma en la nuestra.

Usted por ejemplo no quiere refrendar gobiernos que autoricen violentando la legalidad que España venda armas indebidas a países africanos. Usted lo tendrá difícil para informarse sobre quién lo ha hecho y para asegurarse sobre quién no lo va a hacer.

Los defectos de forma se solventan ignorándolos.

Poder elegir con conocimiento de causa y efecto significa calidad para la democracia. Pero no nos hagamos preguntas. Eso es retórica y nos manipula. Leamos información, lo publicado como información, con estilo objetivo de información, en medios consolidados y de referencia, que saludan con reverencia democrática los golpes de estado que se alzan contra gobiernos no convenientes en Latinoamérica.

¿Se acuerdan de El País en abril de 2002 y su trato respetuoso con el golpista Carmona en Venezuela? Nunca Chávez ha recibido un trato respetuoso semejante en ese diario. Por eso dijo Ramonet en la Casa de América: en un país que cultiva públicamente el insulto hacia personas que merecen respeto resulta natural que un rey lo haga también en una cumbre internacional.

Los medios de comunicación dominantes tienen el poder de fijar las franjas de lo admisible, construir y cultivar climas de respaldo o repudio.


Nov 21 2007

Aznar, no es un fascista, es algo peor

(…) Pedir el respeto para Aznar aduciendo que ofenderle es ofender al pueblo español por ser un compatriota que fue elegido democráticamente, es como absolver a Radovan Karadzic y Ratko Mladic del genocidio de los musulmanes de Bosnia-Herzegovina, es como pedir Willy Brandt respeto para Hitler por ser un compatriota y haber sido elegido democráticamente por el pueblo alemán. Sólo se entiende a Zapatero si busca hacer méritos para ser canonizado o si actuó entonces y actúa ahora en clave interna o electoral.

No se entiende la actitud inaudita y prepotente (hay que ver para creer) de quien lejos de ser cauto y ecuánime pisa la dignidad de Nicaragua y Venezuela, dos estados soberanos, en la persona de sus dos presidentes elegidos democráticamente y se cree con autoridad para lograr lo que no puede conseguir el presidente de España, hacer callar a Chávez. Juan Carlos de Borbón se otorga el derecho de interrumpir en escena sin previo aviso ni pedirle permiso a la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, para meterse donde no debía y decir lo que no podía al dar la cara por su amigo, el amigo de Bush, sin pensar que podía hacer saltar por los aires nuestras sólidas inversiones y relaciones comerciales y culturales con Ibero América, sin pensar que un Jefe de Estado no puede hacer el ridículo que él hizo, al dejar boca abiertos y pasmaos a los presentes y a los ausentes cuando vemos el vídeo y le oímos increpar a Hugo Chávez poniéndose por montera toda la tradición y el saber hacer de la diplomacia española al faltar al respeto debido a cuatro presidentes, a tres Jefes de Estado libres y soberanos. Nadie puede resbalar y caer en tal descrédito salvo que este pensando ya en su jubilación anticipada.

Que no encaja su salida de tono, su pérdida de nervios y de paciencia, su espontánea y reveladora arrogancia salvo que evidencie la huella impresa que dejo Fernando VII en su ADN, la que ha aflorado inoportunamente donde y cuando menos debía, pese a la esmerada y exquisita educación que le dieron su padre, el Conde de Barcelona y Franco, el invicto Caudillo de España por la Gracia de Dios, su mentor y protector que le designó para sucederle como futuro Jefe de Estado…

[Artículo completo de Olivier Herrera Marín, hoy en Rebelión]


Nov 20 2007

La irremediable decadencia de la monarquía española

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Higinio Polo

Ante los incidentes de la XVII cumbre iberoamericana, la complaciente prensa española se ha apresurado a centrar la responsabilidad por el enfrentamiento entre los representantes de España y Venezuela en las palabras del presidente venezolano, pasando de puntillas por el deslucido y zafio papel de Juan Carlos de Borbón. Todos los periódicos españoles de corte han cerrado filas para defender al monarca, llegando los editorialistas de El País a considerar que Juan Carlos de Borbón “estuvo en su papel”, aunque se traicionaban después al mostrar su preocupación por los continuos incidentes que protagoniza, mostrando su deseo de que “la figura del rey no debería estar por más tiempo en el primer plano político.”

Sin embargo, pese a la insistencia de esa prensa cortesana, para España lo más relevante de la cumbre iberoamericano no han sido las acusaciones del presidente venezolano Chávez al expresidente español José María Aznar. Lo que debería hacer reflexionar a los ciudadanos son las duras acusaciones que hicieron los representantes de varios países a las empresas españolas y a determinados comportamientos de su diplomacia. Porque, por ejemplo, está demostrado que la embajada española en Caracas recibió, en 2002, instrucciones precisas del presidente Aznar para apoyar el golpe de Estado en Venezuela, en connivencia con Washington. Lo que debería preocupar en España son las palabras de Daniel Ortega, acusando a la diplomacia española de interferir en los procesos electorales de Nicaragua, y de colaborar con la derecha de ese país para evitar el triunfo electoral del Frente Sandinista. Como debería ser motivo de gran preocupación las denuncias realizadas contra Unión Fenosa, acusada de utilizar métodos gansteriles en América Latina. Y debería preocupar que el presidente Néstor Kirchner haya criticado con suma dureza el irresponsable proceder de las empresas españolas en Argentina. Porque lo relevante del enfrentamiento de Santiago de Chile es que muestra el progresivo distanciamiento entre una parte importante de América Latina y España, por la avidez y la rapiña de las empresas españolas. Pero sobre todo eso, la prensa española ha pasado hasta ahora de puntillas.

La apresurada recopilación hecha en España, en varias cadenas de televisión, uniendo arbitrariamente algunas intervenciones de Chávez con la intención de presentarlo como un dirigente pendenciero, choca con la extrema amabilidad con que se ha tratado a otros presidentes, empezando con Bush y acabando con José María Aznar. Esa prensa española, que se rasga las vestiduras ante el calificativo de “fascista” lanzado por Chávez a Aznar, no respondió de igual forma cuando éste insultó a Chávez, como recordó en la cumbre chilena el vicepresidente cubano Carlos Lage. Aznar ha llamado a Chávez “nuevo dictador”, ha hablado de una supuesta “vuelta al nazismo”, ha denunciado el “enorme peligro para América Latina” que supone Venezuela, ha acusado al presidente venezolano de ser un defensor del “abuso, la tiranía y el empobrecimiento”, entre otras muchas expresiones semejantes. Aznar, además, apoyó un golpe de Estado para derribar a Chávez e instaurar una dictadura militar. Ante todo eso, ¿cómo espera la prensa española que califique el presidente venezolano a Aznar?

Esa era la realidad en Santiago de Chile, y, ante ella, Juan Carlos de Borbón pretendió hacer callar a Chávez. ¿Por qué se sintió ofendido Juan Carlos de Borbón ante las críticas de Chávez a Aznar? ¿Cómo cree el monarca que debe calificarse a un expresidente que apoyó un golpe militar para destruir las instituciones democráticas venezolanas? ¿Por qué sintió como un ataque la descripción del vergonzoso comportamiento de las multinacionales españolas en América Latina, denunciadas no sólo por Chávez, sino también por Correa, el presidente de Ecuador; por el nicaragüense Ortega y el boliviano Morales, e incluso por un presidente tan moderado como el argentino Kirchner?

Porque lo más relevante de la escena de Santiago de Chile no fue el lenguaje más o menos diplomático de los participantes en la reunión, lo trascendente no fue la pasión o los calificativos utilizados, aunque retumben ahora en unas reuniones que con frecuencia se han desarrollado bajo montañas de palabras llenas de retórica vacía, y entre los parabienes, besamanos y lisonjas a los que tan aficionado es Juan Carlos de Borbón, acostumbrado a que, en España, todos le rían las gracias. Lo relevante es la distancia, que se ensancha, entre una América Latina que, con justicia, quiere salir de la pobreza y unas empresas que, como hizo el monarca, se comportan con maneras de matón de taberna.

¿Porque, quién se ha creído que es Juan Carlos de Borbón para actuar como lo hizo? ¿Acaso cree que tiene autoridad sobre los presidentes y los pueblos de América Latina? ¿Tal vez se ha creído su propia leyenda, inventada por los servicios de la incalificable Casa Real, que sigue insistiendo en el gran prestigio de Juan Carlos de Borbón? Para empezar, el monarca español era el único jefe de Estado presente en la cumbre chilena que no ha sido elegido por su pueblo. El propio Rodríguez Zapatero, que insistía en la defensa de Aznar con el argumento de que había sido elegido democráticamente en su día, se traicionaba, puesto que tenía a su lado a Juan Carlos de Borbón, de quien no recordó lo mismo.

El gesto airado de Juan Carlos de Borbón intentando hacer callar al presidente venezolano, usurpando las funciones de quien presidía la sesión, hablando fuera de tono, y ausentándose después de la sala con manifiesta mala educación y falta de cintura diplomática, en el momento preciso en que se criticaba la actuación de las multinacionales españolas, muestra la verdadera condición de este monarca, no en vano forma parte de esos círculos empresariales que le han financiado caprichos vergonzosos. Acostumbrado a que le rían las gracias, las bromas chocarreras, los comentarios insulsos, ese “excelente profesional”, como le definen sus aduladores, se ha revelado como un individuo sin modales, que se siente molesto cuando se denuncian las prácticas corruptas de las empresas españolas en América.

La incompetencia y grosería mostrada por Juan Carlos de Borbón, cuyo rostro tras el incidente delataba su incomodidad, la inocultable vergüenza, es la enésima muestra de que España no puede soportar por más tiempo a un jefe de Estado semejante, que los españoles merecen tener una república entre otras, abandonando ya la pesada herencia del franquismo, impuesta a los ciudadanos hace ya treinta años. Porque esa actitud suya no es nueva. ¿No se recuerda acaso el gesto del monarca levantando el índice en un desagradable gesto chulesco ante la protesta de ciudadanos en el País Vasco? ¿No se recuerdan sus groserías previas al desfile de octubre? Ése es el monarca español, complaciente con la gran empresa, envuelto en turbios negocios que le aseguran rentas millonarias, despreocupado con los problemas reales de los españoles, un hombre que dedica casi todo su tiempo a sus relajos privados, impasible ante la corrupción que gangrena a España. Juan Carlos de Borbón, tan complaciente con Bush o con los reyes de Arabia o de Marruecos, es incapaz de decirle al presidente norteamericano la más mínima palabra contraria a la infame agresión contra Iraq que ha causado centenares de miles de muertos, pero pierde, sin embargo, los papeles ante una fundada acusación contra un expresidente español.

La deplorable y patética escena representada por el monarca, perdiendo los estribos, es una prueba más de que España no debe continuar soportando una monarquía antidemocrática e inútil, aunque los ciudadanos del país no deben sentirse avergonzados, porque Juan Carlos de Borbón no los representa. Quienes han hecho de la adulación al monarca español un apostolado y un negocio, pontificando sobre el “benéfico papel” que Juan Carlos de Borbón tiene como representante de España, pueden comprobar ahora que ese monarca apenas sirve para otra cosa que para intercambiar bromas irrelevantes en reuniones y para mantener a toda su familia a costa del presupuesto público, y que, además, se comporta como un bocazas de taberna. Los tiempos están cambiando, porque, aunque lo lamente el editorialista de El País, cuando están empezando a quebrarse todos los muros construidos para sostener la gran mentira de una monarquía impuesta, estamos asistiendo también a la irremediable decadencia de Juan Carlos de Borbón y al anuncio de la III República española.

Higinio Polo es licenciado en Geografía e Historia y Doctor en Historia contemporánea por la Universidad de Barcelona.


Nov 19 2007

educación para la ciudadanía

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… Nuestro monarca nos ha dado una verdadera lección para todos los que nos dedicamos a enseñar, y en concreto para la asignatura de Educación para la Ciudadanía, y no sólo el Rey, ojo, sino todos los medios de comunicación del régimen y sus políticos. Y a la vista de los hechos, lo lógico, digo yo, es que a partir de este fin de semana, mañana mismo ya, en todos los centros educativos del Estado, cualquier alumno, ante cualquier situación que le disguste, esté en su derecho de decirle a cualquier profesor y a cualquier compañero: “ Oye, tú, ¿por qué no te callas?”, y si no se calla, pues oye, te piras de clase y santas pascuas. Y ¡ay de esos profesores de mano dura que crean que pueden poner una amonestación al alumno por semejante actuación¡ Eso, sin duda alguna, sería lo más antimonárquico y antipatriótico que ha visto madre, vamos: de república bananera de Hugo Chávez.

Y así es y se sabe, en una buena clase de Ciudadanía no cabe la disidencia, y desde luego lo que no sería de recibo es que en las aulas los profesores perdiéramos el tiempo explicando a nuestros alumnos si el rey de España tiene o no acciones en Unión Fenosa, u otras multinacionales, si sabía lo del golpe de Estado de Venezuela o no, o el por qué de tanto nerviosismo; o peor aún, que recordáramos aquellos discursos de Julio Anguita argumentando a favor de la III República ¡Por dios!

Artículo completo de Sílvia Gómez, aquí…


Nov 19 2007

España, una dictadura constitucional

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Javier de la Quintana

Cuando existe una norma inflexible e imposible de cambiarse, cuando los poderes del estado se mezclan y se ponen al servicio de determinados señores, partidos políticos etc., cuando no se respetan los derechos de los ciudadanos, cuando se hacen leyes que se aplican sólo a unos y no a otros que cometen el mismo delito, cuando no se hace justicia sino sentencias, cuando no sólo no se respetan los derechos de los ciudadanos sino que también se pisotean, cuando se criminalizan las ideas, cuando el principio de igualdad brilla por su ausencia..

Cuando la clase política no viene a servir al ciudadano sino todo lo contrario, cuando vienen a que les sirvamos y no solo no se conforman con vivir de nuestros impuestos sino que también nos quieren hacer sentir que los gastos presupuestarios de las administraciones serían como consecuencia de las aportaciones de ellos y no de la recaudación de los impuestos…

Cuando lo que realmente ocurre es que se llevan todo lo que pueden y algo más, ¿me podría decir alguien por qué un político que en su profesión habitual (si la tiene) tiene un sueldo? ¿por qué cuando sale elegido ese sueldo en la inmensa mayoría de los casos se multiplica por ni se sabe cuanto, no digamos los lujos, regalos, comidas, hoteles? ¿Es que la urna les dota de nuevos dones?

Cuando vemos que los políticos hacen ejercicios de autoconvencimiento todas las mañanas, tardes y noches para creerse que son demócratas porque cada cierto tiempo van a echar el voto a una urna después de habernos engañado con esos discursos que nunca cumplirán, cuando todas las mañanas, tardes y noches necesitan recordarse y recordarnos que están en un Estado deDerecho para olvidarse de todos aquellos derechos y leyes que ese mismo día han pisoteado con toda impunidad…

Cuando todas estas cosas y muchas más ocurren, se ven y se denuncian todos los días, y no solo no se corrigen, ni pasa nada, sino que siguen aumentando y además se alardea impunemente haciendo ver que el fin justifica los medios…

Cuando esto ocurre no quiere decir más que “vivimos en una dictadura constitucional” que como todas las dictaduras no son más que fascistas, mande el que mande y sea del color que sea.

Lo peor de todo es que mis correligionarios también le hacen el juego.

El imperialismo siempre ha inventado nuevas fórmulas de gobierno.


Nov 18 2007

verdades incómodas y peticiones legítimas

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Le han dado unos efectos raros al vídeo, pero el audio, que es lo importante, se oye claro claro.

Yo también le pido a “mi rey” -por imposición legalizada- que se disculpe ante Venezuela por su actuación en la cumbre de Chile.


Nov 18 2007

Qui pagarà per la seva incapacitat?

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[vist en No Tan A Prop]

Orpesa, Torreblanca, Peníscola, Alcalà de Xivert, Alcossebre, Benicarló y Vinaròs, enviaran la seva brossa a l’abocador de Novelda, que està a més de 300 km. de distància; els camions tindran que fer més de 600 km. entre anar i tornar.

Això si, sempre serà millor que tirarla a la vora de qualsevol camí:


La propuesta del vicepresidente segundo y responsable de Medio Ambiente de la Diputación de Castelló, Vicent Aparici, de que los municipios costeros desde Orpesa a Vinaròs lleven sus basuras domésticas a tratar en la localidad alicantina de Novelda, a más de 300 kilómetros, llevará aparejado un incremento de la tasa de gestión de las basuras que algunos ayuntamientos ya han avanzado, casos de Benicarló y Orpesa, que cifra en dos millones de euros el coste de la medida.

Los seis municipios afectados están, salvo Vinaròs, gobernados por el PP, y dos de ellos ya han anunciado su intención de revisar el impuesto, además de apoyar la propuesta de la diputación. Un plan que incluye la adquisición de una planta de transferencia móvil para prensar la basura antes del traslado a la provincia de Alicante, lo que encarecerá aún más el coste que los ayuntamientos repercutirán después sobre los recibos anuales.”

[Noticia completa en el Levante]


Nov 14 2007

resumir

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Resumir: Dar nueva forma a una exposición dejándola reducida a lo esencial de ella.

Las declaraciones de Chávez duraron seguramente más de los 20 minutos que recogen estas imágenes. Lo que destacaron los medios de nuestro país fue: “Chavez se ha equivocado, el que dirige la política exterior en España no es el rey” intentando desacreditar el resto de su intervención y no entrar en la exposición de todos los temas (todos ellos verdades incómodas) que en ellas trata el presidente Chávez. Pues bien, yo me quedo con el resto de su intervención, porque vale la pena escucharla de principio a fin. Y si es cierto que el Rey no dirige “oficialmente” la política exterior, también es cierto que lo hace oficiosamente y no se comprenda que el gobierno de Aznar apoyara el Golpe de 2002 contra el gobierno democrático de Venezuela sin que el Borbón, además Jefe de Estado (por la gracia de Franco) no estuviera al corriente. La pregunta sigue en el aire: ¿Qué sabía el rey sobre el golpe de estado de 2002? La respuesta que tendremos será seguramente la misma que obtuvimos a esta otra pregunta ¿Qué sabía Aznar? SILENCIO.


Nov 14 2007

perspectivas

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o sobre como NO lo vamos a ver en nuestras televisiones


Nov 14 2007

Real censura

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Resulta poco presentable que entre nosotros no se haya hecho hueco alguno para debatir, no los modales del presidente (Chávez), sino el contenido preciso de unas acusaciones, las relativas al golpe de años atrás, que no resultan ser ni torpes ni, por desgracia, poco fundamentadas.

Carlos Taibo

Nuestros medios de comunicación —y, con ellos, claro, nuestros analistas políticos— han celebrado con unánimes elogios la respuesta que el rey y el presidente del gobierno españoles han dispensado a las declaraciones que vertió contra José María Aznar el presidente venezolano, Hugo Chávez. La única divergencia que al respecto se ha barruntado los últimos días atañe, por lo que parece, a la rapidez y la contundencia de la reacción de Rodríguez Zapatero, consideradas insuficientes por los portavoces del Partido Popular.

Sorprende tal grado de acuerdo cuanto que lo ocurrido en Santiago de Chile presenta aristas delicadas que —piensa quien firma estas líneas—deberían invitar a la prudencia. Creo, por lo pronto, que no somos pocos los que nos hemos sentido molestos ante la actitud asumida por el monarca español. Su decisión de reclamar, sin cortesía alguna, que Chávez guardase silencio encaja poco con los modales que –parece— cabe atribuir a un jefe de Estado de noble cuna. No acabo de entender esa universal celebración que, encuestas televisivas en mano, merecería entre el pueblo llano la descortés reacción del monarca. Y tampoco sé muy bien quién es Juan Carlos I —un responsable político, por cierto, no elegido por la ciudadanía— para determinar las reglas del juego en una cumbre latinoamericana. Ojo que tampoco sale bien parado el rey en lo que hace a su decisión de abandonar la sala de reuniones cuando el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, tenía a bien criticar el papel desempeñado en su país por algunas empresas españolas. Aunque semejante decisión ha sido interpretada en nuestros medios como producto del designio de no inmiscuirse en disputas entre los dirigentes de unos u otros Estados —un signo de encomiable prudencia—, el gesto con que Juan Carlos I inicia su retirada más bien revela un franco desprecio —una lamentable falta de educación— ante las palabras de Ortega.

Como quiera que no acostumbro a otorgar mayor relieve a desencuentros como los que acabo de mencionar, dejaré en el olvido todo lo anterior –incluida la patética observación de Rodríguez Zapatero en el sentido de que su obligación era acudir en socorro de un compatriota— para procurar el camino de lo principal. Es cierto que Chávez padece de una incontenible verborrea y que le iría mucho mejor si dejase de lado tantos adjetivos grandilocuentes en provecho de la enunciación serena, sin alharacas, de lo que quiere decir. No lo es menos, sin embargo, que resulta poco presentable que entre nosotros no se haya hecho hueco alguno para debatir, no los modales del presidente venezolano —hay que preguntarse, por cierto, qué habría ocurrido si éste se hubiese abstenido de calificar de “fascista” a Aznar—, sino el contenido preciso de unas acusaciones, las relativas al golpe de años atrás, que no resultan ser ni torpes ni, por desgracia, poco fundamentadas. Tampoco parece que hayamos entendido que uno de nuestros primeros deberes de civismo en relación con los males de la América Latina contemporánea es el que pasa por analizar puntillosamente, primero, lo que hacen tantas empresas españolas entregadas a la obtención del beneficio más descarnado y por esquivar, después, la tentación de ese barato nacionalismo que invita a defender “nuestros intereses” como si éstos se hallasen por encima de todo.

Y es que las formas de Chávez, reprobables por mucho que tengan el saludable efecto de romper el circuito vicioso de unas cumbres impregnadas por la retórica más hueca, configuran un anécdota menor en comparación con el debate que se nos hurta. Aunque, a título provisional, y en lo que afecta a lo que nos resulta más cercano, tiene uno que preguntarse qué pluralismo informativo es éste que se asienta, en uno de sus pilares fundamentales, en una censura tan real –en el doble sentido atribuible al adjetivo— como eficiente.



Fòrum ciutadà d'Alcalà-Alcossebre