Ago 30 2009

Capitalismo estilo Sarah Palin

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Naomi Klein [La Jornada]

Estamos en una época progresista, una época en la cual el suelo se mueve debajo de nuestros pies, y cualquier cosa es posible. Lo que hace un año considerábamos que era inimaginable decir y esperar, ahora es posible. En tiempos como éstos, es esencial que tengamos la mayor claridad posible acerca de qué queremos, porque en una de esas lo conseguimos. Así que las apuestas son elevadas.Hoy en día, en los discursos normalmente hablo sobre el rescate (bancario). Todos necesitamos entenderlo porque se está llevando a cabo un robo, el mayor atraco en la historia monetaria. Pero hoy quisiera abordarlo de otro modo: ¿qué tal que el rescate sí funcione, qué tal que sí salvan al sector financiero y la economía regresa al curso que llevaba antes de que estallara la crisis? ¿Es eso lo que queremos? ¿Y cómo se vería ese mundo?La respuesta es que se vería como Sarah Palin. Escuchen mis argumentos, no es un chiste. Creo que no hemos prestado suficiente atención al significado del momento Palin. Piénsenlo: Se subió al escenario mundial como candidata vicepresidencial el 29 de agosto, con mucha fanfarria, en un mitin de campaña de McCain. Exactamente dos semanas después, el 14 de septiembre, Lehman Brothers colapsó, y desencadenó el derrumbe financiero global.Así que de cierta manera Palin fue la última expresión clara del capitalismo-de-más-de-lo-mismo antes de que todo se viniera abajo. Eso es bastante útil porque nos mostró –a su manera, llana, campechana– la trayectoria por la cual iba la economía estadunidense antes del actual colapso. Al ofrecernos este vistazo al futuro que apenas evitamos, Palin nos da la oportunidad de plantear una pregunta esencial: ¿Queremos ir ahí? ¿Queremos salvar ese sistema pre crisis, regresarlo a donde estaba el pasado septiembre? ¿O queremos utilizar esta crisis y el mandato electoral de hacer un cambio en serio que se obtuvo en la pasada elección, para transformar radicalmente ese sistema? Ya debemos tener clara nuestra respuesta porque no hemos tenido la potente combinación de una crisis seria y un claro mandato democrático progresista por un cambio desde los años 30. Usamos esta oportunidad o la perdemos.

Así que, ¿qué nos estaba diciendo Sarah Palin acerca del capitalismo-de-más-de-lo-mismo antes de que el colapso la interrumpiera de modo tan grosero? Primero recordemos que antes de que llegara, el público estadunidense, al fin, estaba comenzando a aceptar la urgencia de la crisis climática, el hecho de que nuestra actividad económica está en guerra contra el planeta, que hace falta de inmediato un cambio radical. De verdad estábamos teniendo esa conversación: los osos polares estaban en la cubierta de la revista Newsweek. Y luego, hizo su aparición Sarah Palin. La esencia de su mensaje fue: esos ecologistas, esos liberales, esos hacedores-de-bien están equivocados. No tienes que cambiar nada. No tienes que repensar nada. Sigue conduciendo tu coche que se chupa la gasolina, sigue yendo a Wal-Mart y compra todo lo que quieras. La razón de esto es un lugar mágico llamado Alaska. Simplemente vengan y llévense todo lo que quieran. Estadunidenses, dijo durante la Convención Nacional Republicana, “necesitamos producir más de nuestro propio petróleo y gasolina. Se los dice una chica que conoce el North Slope of Alaska: tenemos un montón de ambos”.

Y la gente en la convención respondió, coree y coree: Taladra, nena, taladra. Al mirar esa escena en televisión, con esa extraña y espeluznante mezcla de sexo, petróleo y patrioterismo, recuerdo haber pensado: Guau, la convención se transformó en un mitin en favor de chingarse al planeta Tierra. Literalmente.

Pero lo que Palin decía implicaba algo que forma parte del mismísimo ADN del capitalismo: la idea de que el mundo no tiene límites. Lo que decía implicaba que no hay tal cosa como consecuencias o déficits en el mundo real. Porque siempre habrá otra frontera, otra Alaska, otra burbuja. Simplemente sigue adelante y descúbrelo. El mañana nunca llega.

Ésta es la mentira más reconfortante y peligrosa: la mentira de que el crecimiento perpetuo y sinfín es posible en nuestro planeta finito. Y tenemos que recordar que este mensaje fue increíblemente popular en esas primeras dos semanas, antes de que Lehman colapsara. A pesar del historial de Bush, Palin y McCain tomaban la delantera. Y si no hubiera sido por la crisis financiera y por el hecho de que Obama comenzó a hacer conexión con los votantes de la clase trabajadora al poner en el banquillo de los acusados la desregulación y la economía de goteo (de arriba hacia abajo), quizá habrían ganado.

El presidente nos dice que quiere mirar hacia delante, no hacia atrás. Pero para poder confrontar la mentira del crecimiento perpetuo y la abundancia sin límite que está en el centro de las crisis del medio ambiente y financiera, tenemos que mirar hacia atrás. Y tenemos que mirar muy atrás, no sólo a los pasados ocho años de Bush y Cheney, sino a la fundación misma de este país, a la idea del estado de colonos.

El capitalismo moderno nació con el llamado descubrimiento de las Américas. El pillaje de los increíbles recursos naturales de las Américas generó el exceso de capital que hizo posible la revolución industrial. Los primeros exploradores hablaron de esta tierra como la Nueva Jerusalén, una tierra con una abundancia sin fondo, ahí para ser tomada, tan vasta que el pillaje nunca tendría que terminar. Esta mitología está en nuestras historias bíblicas –de inundaciones y comienzos nuevos, de éxtasis y rescates– y está en el centro del sueño americano de la constante reinvención. Este mito nos dice que no tenemos por qué vivir con nuestros pasados, con las consecuencias de nuestras acciones. Siempre podemos escapar, comenzar de nuevo.

Claro, estas historias siempre fueron peligrosas para la gente que ya vivía en las tierras descubiertas, para la gente que la trabajaba como mano de obra forzada. Pero ahora el planeta nos dice que ya no podemos darnos el lujo de estas historias de eternos nuevos comienzos. Por eso es tan significativo que justo en el momento en el cual cobró vida cierto instinto de supervivencia humana y finalmente parecía que aceptábamos que la Tierra tiene límites naturales, llegó Palin, la nueva y reluciente encarnación de la mujer colonialista del territorio salvaje: vengan a Alaska. Siempre hay más. No piensen, nomás tomen.

Esto no se trata sobre Sarah Palin. Es sobre el significado de este mito del constante descubrimiento, y lo que nos dice sobre el sistema económico en el que gastan billones de dólares para salvar. Lo que nos dice es que el capitalismo, si se le deja, nos empujará más lejos del punto del cual el clima se pueda recuperar. Y, a toda costa, el capitalismo evitará una seria rendición de cuentas, ya sea de sus deudas financieras o sus deudas relacionadas con el medio ambiente. Porque siempre hay más. Un nuevo y rápido arreglo. Una nueva frontera.

Ese mensaje se lo compraban, como siempre ocurre. Fue sólo cuando la bolsa de valores se derrumbó que la gente dijo: Quizá Sarah Palin no sea una buena idea esta vez. Vayámonos con el tipo inteligente para surcar la crisis.

Casi siento que nos dieron una última oportunidad, una especie de aplazamiento. Trato de no ser apocalíptica, pero los textos científicos sobre el calentamiento global que leo, asustan. Esta crisis económica, tan terrible como es, nos jaló del precipicio ecológico del cual estábamos a punto de salir volando con Sarah Palin y nos dio un poquito de tiempo y espacio para cambiar el curso que llevábamos. Y creo que es significativo que cuando pegó la crisis hubo casi una sensación de alivio, como si la gente supiera que estaba viviendo más allá de sus posibilidades económicas y los hubieran cachado. De pronto teníamos permiso para hacer cosas juntos más allá de ir de compras, y eso resonó profundamente.

Pero no estamos libres del mito. La intencionada ceguera que Sarah Palin representa tan bien, está incrustada en la manera en que Washington responde a la crisis financiera. Hay una total negación a ver qué tan mal está la cosa. Washington prefiere aventar billones de dólares en un hoyo negro en vez de averiguar qué tan profundo está. Así de intencionado es el deseo de no saber.

Y vemos muchas otras señales de que la vieja lógica vuelve. Los salarios de Wall Street regresaron casi a los niveles de 2007. Hay cierta electricidad en las afirmaciones de que la bolsa de valores repunta. ¿Podemos dejar de sentirnos culpables?, prácticamente puedes escuchar que preguntan los comentaristas en televisión por cable. ¿Ya regresó la burbuja?

Y quizá tengan razón. Esta crisis no va a matar al capitalismo o siquiera cambiarlo sustancialmente. Sin una enorme presión popular en favor de la reforma estructural, se comprobará que la crisis sólo fue un muy doloroso ajuste. El resultado será una desigualdad aún mayor que la anterior a la crisis. Porque está muy, muy difícil que todas las millones de personas que perdieron su empleo y su hogar los vayan a recuperar. Y la capacidad manufacturera es muy difícil de reconstruir una vez que ha sido subastada.

Es apropiado llamar a esto un rescate. Los mercados financieros son rescatados para evitar que el barco del capitalismo financiero se hunda, pero no están sacando agua. Sino gente. Son personas las que avientan por la borda en nombre de la estabilización. El resultado será un navío más angosto y más mezquino. Mucho más mezquino. Porque una profunda desigualdad –los super ricos viviendo al lado de los económicamente desesperados– requiere de un endurecimiento de los corazones. Necesitamos creer que somos superiores a aquellos que son excluidos para tolerar la situación. Así que este es el sistema que están salvando: el mismo, sólo que más mezquino.

Y la pregunta que enfrentamos es: ¿nuestro trabajo debería ser rescatar este barco, el mayor barco pirata que jamás existió, o hundirlo y remplazarlo con una barca más sólida, una con espacio para todos? Una que no necesite de estas purgas rituales, durante las cuales aventamos por la borda a nuestros amigos y vecinos para salvar a las personas que viajan en primera clase. Una que comprenda que la Tierra no tiene la capacidad como para que todos vivamos mejor y mejor. Pero sí tiene la capacidad, como recientemente dijo el presidente boliviano Evo Morales, en Naciones Unidas, para que todos vivamos bien.

Porque, no se equivoquen: el capitalismo estará de regreso. Y el mismo mensaje regresará, aunque quizá haya alguien nuevo vendiéndolo: no necesitas cambiar. Sigue consumiendo todo lo que quieras. Hay bastante más. Taladra, nena, taladra. Quizá haya alguna solución tecnológica que haga que desaparezcan todos nuestros problemas.

Y por eso, ahora debemos ser absolutamente claros. El capitalismo puede sobrevivir esta crisis. Pero el mundo no puede sobrevivir otra vuelta del capitalismo.

Copyright 2009 Naomi Klein.

El texto es una adaptación de un discurso pronunciado el 2 de mayo de 2009, en la conferencia del centenario de la revista The Progressive y publicado en la edición de agosto de 2009.

Traducción: Tania Molina Ramírez.

2 comentarios en “Capitalismo estilo Sarah Palin”

  1. jorge polanco novoa dice:

    por Jorge E. Polanc… el 22 Noviembre, 2009 - 04:18.
    1478 dias que estoy contigo
    Te he respetado siempre o casi siempre
    He aprendido a vivir contigo
    Aunque con el tiempo has ido cambiando
    Haces cosas que no apruebo

    Quiero liberarme de ti
    Aunque siempre he estado contigo
    Pero quiero liberarme de ti

    Te metes en todas las cosas de mi vida
    Aunque con el tiempo te has ido haciendo mas liberal
    Pero lo intentas controlar todo
    Aunque nunca podrás controlar mi pensamiento
    Siempre estás al lado de los poderosos,y los señores de las alfombras rojas.

    Quiero liberarme de ti
    Aunque siempre he estado contigo
    Pero quiero liberarme de ti

    Obligas a la gente a perderse por el dinero,los corrompe,

    los adictas a las drogas para poder crear el sistema de la prision y aser negocios hasta con la vida del ser humano
    Si no trabajan para ti, no tienes piedad de ellos
    Si alguien te estorba en tus proyectos
    Puedes incluso hacer la guerra siempre ganador,
    A la que todos irán engañados por tus mentiras y artimañas

    Quiero liberarme de ti
    Aunque siempre he estado contigo
    Pero quiero liberarme de ti

  2. JORGE POLANCO NOVOA dice:

    Asaltos nocturnos, centros de detención ocultos, la “Cárcel Negra” y los perros de la guerra en Afganistán.

    Una tranquila noche de invierno del pasado año en la ciudad afgana de Khost, un joven empleado del gobierno de nombre Ismatullah se esfumó, sencillamente. Se le había visto en el bazar de la ciudad con un grupo de amigos. Sus familiares estuvieron registrando durante días las polvorientas calles de Khost.

    Los patriarcas de la ciudad contactaron con los comandantes talibanes en la zona que solían secuestrar a trabajadores del gobierno, pero nunca habían oído hablar del joven. Hasta el gobernador se implicó en la búsqueda, ordenando a su policía que investigara entre las peligrosas bandas criminales que en ocasiones acosaban y cazaban a jóvenes asiduos al bazar para pedir luego un rescate.

    Pero la búsqueda no dio fruto alguno. La primavera y el verano llegaron y se fueron y no hubo señal alguna de Ismatullah. Un día, mucho después de que la policía y los patriarcas de la aldea hubieran abandonado su búsqueda, un correo entregó una pulcra nota escrita a mano en el puesto de la Cruz Roja que estaba cerca de la vivienda de su familia.

    En ella, Ismatullah informaba de que se encontraba en Bagram, una prisión estadounidense situada a más de 320 kilómetros de distancia. Las fuerzas estadounidenses le habían capturado cuando iba desde el bazar camino de su casa, afirmaba la tersa carta y no sabía cuando le liberarían.

    En algún momento de los últimos años, los aldeanos pastunes de la escarpada zona central de Afganistán empezaron a perder la fe en el proyecto de EEUU. Y muchos de ellos pueden señalar el momento preciso de esa transformación, que normalmente se produjo a altas horas de la noche, cuando la mayor parte del país se encontraba dormido.

    En el hermético proceso de detenciones implementado por EEUU, habitualmente se arresta a los sospechosos en la oscuridad, enviándoles después a una de las áreas de detención establecidas en las bases militares, a menudo por la más ligera sospecha y sin conocimiento de sus familias.

    Este proceso ha conseguido crear incluso más miedo y odio en Afganistán que los ataques aéreos de la coalición. Los asaltos y detenciones nocturnos, poco conocidos fuera de esas aldeas pastunes, han ido poniendo poco a poco a los afganos contra las mismas fuerzas que saludaron como liberadoras hace tan sólo unos años.

    Una oscura noche de noviembre

    Era el 19 de noviembre de 2009, a las 03,15 horas de la madrugada. Una fuerte explosión despertó a los aldeanos de una arbolada zona de las afueras de la ciudad de Ghazni, una ciudad de antiguos orígenes del sur del país. Un equipo de soldados estadounidenses dinamitó la puerta principal de la casa de Majidullah Qarar, el portavoz del ministro de agricultura.

    Qarar se encontraba en Kabul en aquellos momentos, pero sus parientes estaban en casa, cuatro de ellos dormían en la habitación para invitados de la familia. Uno de ellos, Hamidullah, que vende zanahorias en el bazar local, corrió hacia la puerta de la zona de invitados.

    Inmediatamente le dispararon, pero se las arregló para arrastrarse hacia adentro, dejando un reguero de sangre tras él. Después, Azim, panadero, se lanzó corriendo hacia su primo herido. También le dispararon y se dobló contra el suelo.

    Los dos hombres atacados le gritaron a los dos familiares que quedaban en la habitación que se quedaran allí, pero ellos –niños ambos- no se atrevieron ni a moverse y se quedaron paralizados y callados en sus camas muertos de miedo.

    Los soldados extranjeros, la mayoría de ellos con barba y tatuajes, se dirigieron a la zona principal. Tiraron las ropas por el suelo, haciendo añicos la vajilla y forzando los armarios. Finalmente, encontraron al hombre que buscaban: Habib-ur-Rahman, programador de ordenadores y empleado del gobierno. Rahman era el responsable de convertir Microsoft Windows en inglés al lenguaje pastún local para que las oficinas del gobierno pudieran utilizar el software. Había pasado un tiempo en Kuwait, y el traductor afgano que acompañaba a los soldados declaró que habían actuado a partir del chivatazo de que Rahman era miembro de al-Qaida.

    Se llevaron descalzo a Rahman y a un primo suyo a un helicóptero que esperaba a una cierta distancia y les transportaron hasta una pequeña base estadounidense situada en una provincia vecina para interrogarles. Después de dos días, las fuerzas estadounidenses liberaron al primo de Rahman. Pero, desde entonces, a Rahman ni se le ha visto ni se sabe nada de él.

    “Hemos llamado a su móvil pero no responde”, dice su primo Qarar, el portavoz del ministro de agricultura. Utilizando sus poderosos contactos, Qarar consiguió la ayuda de la policía local, de los parlamentarios, del gobernador e incluso del mismo ministro de agricultura en la búsqueda de su primo, pero no lograron que les dijeran nada.

    Los funcionarios del gobierno que investigaron de forma independiente el escenario tras el asalto y que corroboraron las afirmaciones de la familia, presionaron también exigiendo una respuesta de por qué se había asesinado a dos miembros de la familia Qarar. Las fuerzas estadounidenses emitieron un comunicado diciendo que los muertos eran “combatientes enemigos que habían mostrado una intención hostil”.

    Semanas después del asalto, la familia siente una gran amargura. “Todo el mundo en la zona sabía que éramos una familia que trabaja para el gobierno”, dice Qarar. “Rahman ni siquiera podía salir de la ciudad porque si los talibanes le pillaban en el campo le hubieran matado”.

    Sin embargo, más allá de la pregunta de si Rahman era inocente o culpable, la forma en que fue capturado ha dejado un residuo de odio y rabia en su familia. “¿Por qué tenían que matar a mis primos? ¿Por qué tenían que destruir nuestra casa?”, pregunta Qarar. “Sabían donde trabajaba Rahman. ¿Es que no podían venir con una orden judicial durante el día? Habríamos obligado a Rahman a cumplirla”.

    “Yo solía aparecer en televisión diciendo que la gente debía apoyar a este gobierno y a los extranjeros”, añade. “Pero estaba equivocado. ¿Por qué van a apoyarles? No me importa que me disparen por decir esto, porque sólo estoy diciendo la verdad”.

    Los perros de la guerra

    Los asaltos nocturnos son sólo el primer paso en el proceso de detención que EEUU lleva a cabo en Afganistán. Normalmente se envía a los sospechosos a una de entre las series de prisiones habilitadas en las bases militares estadounidenses por todo el país. Oficialmente hay nueve cárceles de ese tipo, denominadas en la jerga militar Campos de Detención. Son zonas pequeñas, a menudo tan sólo un puñado de celdas divididas por paneles de contrachapado, y se utilizan fundamentalmente para interrogar a los prisioneros.

    En los primeros años de la guerra, esas áreas no eran sino lugares de paso para quienes enviaban a la prisión de Bagram, una instalación con una reputación infame de malos tratos y torturas. Como en los últimos años, el foco de la atención internacional cayó sobre Bagram, los guardianes empezaron a comportarse mejor y el maltrato de prisioneros empezó a perpetrarse en los menos conocidos Campos de Detención.

    De los 24 ex prisioneros entrevistados para esta historia, 17 afirman haber sido torturados en esos lugares o en el camino hacia los mismos. Doctores, funcionarios del gobierno y la Comisión Independiente Afgana por los Derechos Humanos, una institución encargada de investigar las denuncias por abusos, corroboran doce de esas afirmaciones.

    Uno de esos ex detenidos es Nur Agha Sher Khan, que era oficial de policía en Gardez, una ciudad de casas de adobe situada en la parte oriental del país. Según Sher Khan, fuerzas estadounidenses le detuvieron en un asalto nocturno en 2003 y le llevaron a un Campo de Detención en una base cercana de EEUU.

    “Me interrogaron toda la noche”, recuerda, “pero no tenía nada que decirles”. Sher Khan trabajó para un comandante de policía al que las fuerzas estadounidenses habían detenido por sospechar que tenía vínculos con la insurgencia. De forma ocasional, había sido conductor de ese comandante, lo cual le convirtió en sospechoso a los ojos de los estadounidenses.

    Los interrogadores le taparon los ojos, le taparon la boca y le encadenaron al techo, acusa. Ocasionalmente soltaban a un perro, que le mordía una y otra vez. En un determinado momento, le quitaron la venda de los ojos y le obligaron a arrodillarse sobre una larga barra de madera. Me ataron las manos a una polea por encima de mí y me empujaban adelante y atrás mientras la barra rodaba a través de mis espinillas. Yo no paraba de dar alaridos”.

    Entonces le empujaban al suelo y le obligaban a tragar doce botellas de agua. “Dos tipos me abrían la boca y derramaban el agua por mi garganta hasta que el estómago se me llenaba y perdía el conocimiento. Era como si alguien me inflara”, dice. Cuando volvía en si tras el desmayo, no paraba de vomitar agua.

    Esto continuó así toda una serie de días, algunas veces le colgaban boca abajo del techo, y otras veces le vendaban los ojos durante amplios períodos. Finalmente, le enviaron a Bagram, donde cesaron las torturas. Cuatro meses después, fue liberado silenciosamente con una carta de disculpa de las autoridades estadounidenses por haber encarcelado por error.

    Una investigación del caso de Sher Khan por la Comisión Afgana Independiente por los Derechos Humanos y un doctor independiente hallaron que tenía heridas que se correspondían con el maltrato y torturas que afirma haber padecido.

    Las fuerzas estadounidenses han declinado comentar nada de su caso, pero un portavoz dijo que algunos de los soldados implicados en las detenciones en esa parte del país habían recibido “castigos administrativos” no especificados. Añadió que “todos los detenidos son tratados humanamente”, excepto casos aislados.

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