Mar. 24 2008

Plásticos a la deriva

Alrededor del 80% de los residuos flotantes en el mar proviene de tierra firme

SERGIO ROSSI - Público

Un buceador nada junto a una montaña de basura frente a la costa libanesa. AFPLos ciudadanos de este planeta hemos pasado de generar unos 30 millones de toneladas de plástico al año en la década de 1970 a casi alcanzar los 200 millones de toneladas a principios del nuevo siglo. Botellas, envases, separadores, bolitas para proteger productos, bolsas y un largo etcétera jalonan una cadena productiva en la que las diferentes formas, composiciones y texturas del plástico se han convertido en parte de la clave del éxito tecnológico y económico de nuestra sociedad. Pero se han convertido también en un problema de primera magnitud para los ecosistemas marinos.

“Un 44% de las aves marinas consume habitualmente esta basura”

El plástico es útil y muy barato. Un kilo de estrellas de plástico para embalar no cuesta más de 1,3 euros y ocupa un volumen considerable. Sin embargo, parte de estos productos (alrededor de un 10% del plástico producido, según la zona del mundo) van a parar al mar por las cloacas o empujados por las riadas. Alrededor del 80% de los residuos flotantes proviene de tierra firme. Las corrientes superficiales y las mareas los trasportan, y tienden a acumularlos en el centro de los llamados “giros oceánicos”. En la zona central de estos giros, como el del Atlántico Norte (mar de los Sargazos) o Pacífico Norte, los vientos son flojos y las corrientes, muy débiles. “Los plásticos se acumulan en zonas poco transitadas por la navegación, lejos de la costa”, comenta Rei Yamashita, de la Universidad Japonesa de Mie. “La corriente Kuroshio, una de las más importantes del planeta, desplaza grandes cantidades de objetos flotantes desde las costas de China, Corea y Japón, países fuertemente industrializados, hacia el giro del Pacífico central”. Y los residuos, en grandes cantidades también, provienen, en esa zona, de la costa de California y Oregón, en Estados Unidos.

Alimento de aves

En ésta y otras áreas, como los giros del Mar del Norte, la acumulación de residuos es un hecho muy preocupante. “Sólo en la zona que se encuentra entre Gran Bretaña, Holanda, Alemania y Noruega se cuantifican, con pescas pelágicas, robots submarinos y transectos visuales, hasta 600.000 toneladas de residuos flotantes y sumergidos”, asegura Gerard Cadée, del Instituto Holandés de Investigaciones Marinas. “Más de un 80% de los residuos flotantes de tamaño medio y grande tienen marcas de haber sido picados por aves marinas”, añade.

“Sólo en el Mar del Norte hay 600.000 toneladas de residuos”

Y es que el problema es mucho más que estético. Los plásticos -de diferentes formas, texturas, flotabilidad y tamaño- están interfiriendo en diferentes componentes de los ecosistemas marinos. “La ingesta por parte de los organismos marinos como aves, tortugas, peces, calamares es muy elevada”. David Shaw trabaja en el Instituto de Ciencias Marinas de la Universidad de Alaska y ha podido constatar que los polluelos de especies como albatros y petreles son los más perjudicados. “Los adultos ven los pequeños trozos de plástico, incluidos tapones o bolas de polyexpan como presas potenciales, los ingieren, llevan al nido y regurgitan”, explica. La ingesta es selectiva, ya que texturas, formas y colores determinados confunden a los organismos que los identifican con presas potenciales. Si no han muerto antes, las aves regurgitan estos objetos, que acaban con la vida de las nuevas generaciones.

Recientemente se ha descubierto que muchos de estos plásticos de pequeño y mediano tamaño son capaces, además, de acumular tóxicos como el DDT y PCB. “La acumulación de tóxicos en los plásticos flotantes ha sido comprobada”, asevera la doctora Lorena Rios, de la University of the Pacific, en un artículo del Marine Pollution Bulletin. “Y lo peor es que un 44% de las especies de aves marinas los consumen de forma rutinaria”, añade.

El problema sería anecdótico si la cantidad de plásticos que flota fuese insignificante. Pero, en determinadas zonas de acumulación como el Mar de los Sargazos y el giro del Pacífico Norte, se ha comprobado que existe una extensión de residuos enorme. “Pudimos comprobar que, en estas zonas, la relación entre el peso del plancton y el peso del plástico y otros objetos flotantes era de uno a seis: es decir, que por un kilogramo de plancton hay seis de desperdicios”. Charles Moore, junto con el profesor retirado Curtis Ellesmeyer del Algalita Marine Research Foundation, es uno de los investigadores implicados desde hace más de una década en este problema. “No sabemos el impacto que tiene tanto material para los ecosistemas marinos, pero está claro que están interfiriendo en las cadenas alimentarias y puede que en el propio funcionamiento del sistema”.

En algunas zonas se ha calculado que la nube de residuos puede alcanzar entre 20 y 30 metros de profundidad. En todo caso, es un tema poco estudiado, en el que unos cuantos especialistas (incluidos científicos de nuestro país) tratan de llamar la atención de los posibles efectos del gran vertido de sólidos que tienen que soportar los mares.

El Mediterráneo, el primero

El Mediterráneo, debido a su gran concentración urbana, industrial y agrícola en su litoral, es uno de los lugares más afectados por este fenómeno. Hasta un 90% de los objetos flotantes de nuestras costas provienen de las cuencas fluviales o las cloacas. “El problema de estos objetos es que pueden ser portadores de especies invasoras”, dice la doctora Mercedes Masó, del Instituto de Ciencias del Mar-CSIC. El turismo es el que produce gran parte de la marea de residuos. “En Mallorca pueden encontrarse hasta 36 objetos por metro en las playas”, constata en un artículo reciente Lorena Martínez-Ribes, del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados-CSIC.

Basura que dura más de 500 años

En el mar, la degradación es más lenta que en tierra, en parte porque la temperatura es más constante y baja, y en parte porque están más protegidos de la acción de los rayos UV del sol. Las estimaciones de degradación de la mayoría de residuos sólidos de origen artificial indican que su desaparición supera la escala de tiempo de vida de un ser humano:

* Billete de Metro: 2-6 semanas.

* Colilla: 5-10 años.

* Bolsa de plástico: 25-50 años.

* Bamba o bota: 250-400 años.

* Botella de PVC: más de 500 años.


Mar. 20 2008

Las redes de arrastre amenazan al delfín de Maui

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delfín de Maui - Foto: Will RAYMENT \ WWFEl Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) exigió ayer al Gobierno neozelandés que aumente la protección del delfín de Maui, la especie de cetáceos más amenazada del mundo, ya que sólo quedan 111 ejemplares en libertad, todos ellos en la costa de Nueva Zelanda. La petición de WWF llega tras la publicación por parte del Gobierno del país de una serie de imágenes tomadas el pasado diciembre, en las que aparece una veintena de delfines atrapados en redes de arrastre en North Island.

En opinión del director de WWF-Nueva Zelanda, Chris Howe, una parte de la industria pesquera ha intentado minimizar el peligro que supone la pesca de arrastre para estos animales. “Si hablamos de apenas un centenar de delfines de Maui, entonces es que la amenaza es, simplemente, demasiado grande. Si muere un solo animal más en las redes de pesca, estos delfines se pueden extinguir en una generación”, afirmó Howe.

WWF pide la prohibición total de estos aparejos en las aguas poco profundas habitadas por esta especie. Por su parte, el ministro de Medio Ambiente, Steve Chadwick, señaló que su Gobierno considera irrealista imponer la retirada de las redes más allá de las áreas protegidas y alegó que la captura de los 22 delfines fue “accidental”.

[visto en Público]


Mar. 20 2008

La flota palangrera española mata 2.000 tortugas al año

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Los pescadores provocan la muerte del 10% de las tortugas boba del Mediterráneo occidental

Un ejemplar de tortuga boba, con un anzuelo clavado en su aparato digestivo. JOSÉ ALONSOMANUEL ANSEDE - Público

Sólo una de cada 1.000 tortugas boba llega a la edad adulta. La urbanización salvaje de las playas en las que ponen sus huevos, las hélices de los barcos, la contaminación del agua y la falta de alimento han puesto a esta especie en peligro de extinción. Su principal enemigo, sin embargo, es el palangre, un arte de pesca consistente en un cordel kilométrico del que cuelgan cientos de anzuelos, utilizado para apresar atunes y peces espada, pero culpable de miles de capturas accidentales cada año.

Ayer se presentó en Barcelona una investigación, llevada a cabo por la Obra Social La Caixa y la Universidad de Barcelona, que ha estudiado el efecto de la flota palangrera española sobre la población de tortugas bobas en el Mediterráneo occidental. Según los autores, dirigidos por el biólogo Lluís Cardona, la pesca con palangre causa la muerte de 2.048 ejemplares al año, un 10,4% de la población de estos reptiles en el área estudiada: Baleares, Cerdeña, norte de África, Murcia y Almería.

Anzuelos en el esófago

Los investigadores siguieron a un grupo de pescadores españoles durante el mes de septiembre de 2007. En ese periodo, 14 tortugas mordieron los anzuelos del palangre. El equipo de Cardona liberó estos ejemplares tras colocarles un transmisor. Cinco de ellos tenían el anzuelo clavado en la boca o el esófago, pero solamente murieron dos. A partir de esta pequeña muestra, los autores calculan una mortalidad en tortugas capturadas de hasta el 35%, una vez estimado el margen de error.

Para Cardona, esta mortalidad podría reducirse de manera drástica disponiendo el arte de pesca por la noche, utilizando un cebo menos apetecible para las tortugas y empleando un tipo de anzuelo que se clave en la boca, en lugar de en el esófago. En cualquier caso, el biólogo admite que “siempre habrá animales que mueran”.

Según los investigadores, las capturas accidentales de tortugas bobas en el Mediterráneo han disminuido de forma considerable en los últimos años, pasando de 20.000 en 1990 a 6.000 en el año 2000. A juicio de Cardona, “el problema es bastante menos serio de lo que se pensaba”. Según sus datos, la tasa de mortalidad anual de esta especie en el Mediterráneo es del 27%, y sólo el 10% es atribuible a los palangreros españoles, por lo que habría que buscar las causas de su mortalidad en otros factores, como la actividad de las flotas italiana y marroquí.


Mar. 14 2008

The Truth About Bottom Trawling

otro vídeo de Greenpeace sobre la pesca de arrastre:


Mar. 04 2008

Ácido en el océano

La mitad del CO2 que se emite a la atmósfera es absorbido por los mares y provoca su acidificación, lo que afecta seriamente a los arrecifes de coral

Un grupo de peces nada en un arrecife de coral del Mar Rojo. AFPSERGIO ROSSI - Público

Durante los últimos 200 años, cerca del 50% del CO2 emitido a través de los combustibles fósiles ha sido absorbido por los océanos del planeta. Este aparente buen dato de mitigación de un gas de los llamados de efecto invernadero y de los más peligrosos, tiene un efecto perverso todavía poco entendido, pero que ya ha empezado a producirse: la acidificación de nuestros mares.

Aunque el proceso es algo complejo, la conclusión es que esa acidificación, medida como pH (o concentración de iones H en el agua) va a afectar, de forma irreversible, a muchos organismos marinos, hasta el punto de que puede acabar, incluso, con determinados arrecifes de coral, sobre todo de la zona austral.

El pH de las aguas que componen los mares es ligeramente alcalino (pH 8-8.3), es decir, supera el pH neutro (que se cuantifica como pH 7). Como es lógico, los ciclos de vida de los organismos se han adaptado a estas condiciones de pH, que no siempre fueron así. “Sabemos que, hace unos 55 millones de años, los mares eran bastante más ácidos que ahora, lo que produjo la desaparición de muchas plantas y animales marinos de nuestro planeta”, comenta Ken Caldeira del Instituto Carnegie de Washington. “El problema”, añade el experto, “es que ahora la acidificación se ha acelerado respecto a ese periodo”.

Hace 55 millones de años

Todo esto significa que el pH disminuye a una velocidad sin precedentes. De hecho, lo que se sabe a ciencia cierta es que, respecto al llamado periodo pre-industrial, el pH ha bajado unas 0,1 unidades a día de hoy. “Fueron necesarias unas 2.000 gigatoneladas de CO2 para llegar a los niveles de pH que entorpecieron los ciclos de determinados organismos marinos hace 55 millones de años”, apunta James Zachas del Departamento de Ciencias Terrestres y Planetarias de la Universidad de Santa Cruz, en California.

“Según cálculos recientes, sin embargo, nosotros podríamos llegar a producir 5.000 gigatoneladas de CO2 en los próximos 300 años”, añade Zachas. Como explica el experto, “eso sería mucho más CO2 en los océanos, que se acidificarían más y más deprisa que en aquella remota época”. No hace falta irse tan lejos. En el año 2100, según los cálculos de los expertos, el pH podría haber caído entre 0,3 y 0,4 puntos.

Quizá ese rango de oscilación en estos valores no parezca excesivo, pero hay que recordar que estamos hablando de escalas logarítmicas (el pH se mide de esa forma) y que el aumento de iones no es bueno para la formación de carbonato de calcio (CaCO3), del que dependen infinidad de organismos para lograr crear sus estructuras, conchas o protecciones.

Es el caso, por ejemplo de los arrecifes coralinos. “Sabemos que los corales han aparecido y desaparecido a lo largo de los últimos 200 millones de años”, comenta Adina Paytan, investigadora de la Universidad de Stanford en California. “Y se ha probado que la acidificación de los océanos coincide con algunas de esas lagunas temporales en las que estos bioconstructores desaparecen. La bajada del pH, explica la científica estadounidense, “disminuye la disponibilidad de material para construir conchas, estructuras o protecciones”.

Los organismos suelen conseguir adaptarse a este tipo de situaciones, pero, en el caso de los corales, el problema puede ser que la acidificación desemboque en la desaparición del arrecife en sí. “Son cunas de biodiversidad, refugio y fuente de alimento para una inmensa cantidad de especies”, explica Paytan.

Mapa del problema

Los científicos que han estudiado este problema han podido realizar un mapa en el que se ofrecen aproximaciones de dónde afectaría más la acidificación. Según sus conclusiones, las aguas de la zona austral del planeta serán las más afectadas. Y allí es donde se concentra más vida.

Muchos organismos planctónicos lo tendrán más difícil para sobrevivir, como unas pequeñas algas llamadas cocolitofóridos o unos protozoos muy abundantes, los foraminíferos. Son base de la cadena alimentaria, y la imposibilidad de crear sus estructuras de CaCO3 (principalmente aragonita y calcita) tendrá consecuencias en su ciclo de vida.

Otros organismos pueden también sufrir las consecuencias, especialmente, todos aquellos que tengan como base de su existencia la formación de algún tipo de concha. A este proceso se le llama acidosis, y se sospecha que incluso algunos peces y otros organismos superiores podrían padecerlo.

La acidosis es grave porque podría deprimir el sistema inmune, alterar las relaciones metabólicas y producir dificultades respiratorias. Pero no todos saldrán perdiendo. “Hay muchos grupos de algas que no basan su existencia en la formación de estructuras carbonatadas”, dice Scott Doney, del departamento de química marina del Instituto Woods Hole. “Sin embargo”, reconoce el experto, “la alteración debida a la acidificación de nuestros océanos es una verdadera incógnita”.

“No ha habido una situación como la actual”

La doctora Patrizia Ziveri, del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona, es una investigadora Ramón y Cajal cuyo trabajo científico se basa, en gran parte, en el estudio de las causas y consecuencias de la acidificación de los océanos. En enero de este año se ha producido una importante reunión en Las Palmas sobre este tema donde, tal y como explica la experta, se discutieron las bases científicas que se deben presentar, sobre todo, al Comité sobre Cambio Climático de la UE, así como a la propia comunidad científica. “También se describieron y comentaron las posibles consecuencias socioeconómicas de un cambio ambiental de tanta envergadura”, añade la experta.

¿Desde cuándo se estudia la acidificación de los océanos?

En realidad, hace poco que se ha empezado a estudiar. Sólo ahora, cuando hemos empezado a ser conscientes del problema, se están realizando reuniones y se están financiando proyectos.

La velocidad de acidificación, ¿es similar a la de otras épocas geológicas anteriores?

Todavía es pronto para decirlo, pero todos los indicios apuntan a que no ha habido una acidificación tan rápida como la actual, excepto, quizás, en el famoso límite K/T: cuando se extinguieron los dinosaurios.

¿Se han hecho experimentos de acidificación con el plancton capaz de realizar la fotosíntesis?

Mi grupo está desarrollando experimentos en los que, en cultivos, se observa la disminución de la calcificación a medida que aumenta la acidificación del agua.

¿En qué proyecto relacionado sobre la acidificación estás trabajando ahora?

Trabajo en dos líneas principales: la primera estudia la respuesta de los organismos ante la acidificación. La segunda investiga cómo, en el pasado, organismos similares respondieron ante fenómenos de acidificación también similares.