Feb. 19 2008

La fiebre del oro rojo

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El coral rojo del Mediterráneo corre peligro por culpa del exceso de explotación y los furtivos

SERGIO ROSSI
PÚBLICO

Son algo más de las ocho de la mañana en Port Lligat, Girona. Tres coraleros debaten dónde ir a faenar en un día cualquiera del periodo legal de extracción del coral rojo. Es una decisión difícil porque las mejores zonas del lugar en el que están (el Parque Natural de Cap de Creus) son escasas y están expuestas a los cambios de humor del tiempo: vientos de tramontana, giros borrascosos impredecibles… Han de arriesgarse. Ya anclados, no bajarán mucho, la piedra está entre 35 y 50 metros de profundidad.

Pero saben que no hará falta ir mucho más abajo para poder extraer lo suficiente para hacer rentable su incursión hacia el fondo. “La fiebre del coral no cesa”, comenta Ramón Freixa, un coralero que toda la vida ha buscado esta especie en del Mediterráneo. Es un negocio rentable, que mueve a nivel mundial unos 400 millones de euros al año.

Dificultades

A principios de los años 80, se detectaron fuertes caídas de la cantidad de coral rojo en todo el Mediterráneo: se pasó de unas 100 toneladas de extracción al año a sólo unas 40. La situación se estabilizó a la baja, con leves picos al alza cuando se encontraban nuevas poblaciones en Marruecos, Algeria o Turquía. Los expertos coinciden en reconocer que el coral que crecía en los años setenta y ochenta ya no se encuentra ni siquiera a gran profundidad. El coral rojo ha pasado de formar un bosque de árboles a un prado de hierba.

“El paisaje submarino ha cambiado en estas dos últimas décadas”, dice el historiador del coral rojo Arnald Plujà, que conoce muy bien esta zona del norte de España. Victoria Riera, la directora del Parque Natural de Cap de Creus (del que se extrae más del 90% de coral de Catalunya) es explícita: “No tiene sentido crear reservas si no es para regular de forma efectiva la extracción o pesca de los organismos que la habitan”.

Otras medidas

Y es que la situación es crítica. Un reciente estudio, financiado por la Generalitat de Catalunya y ejecutado por científicos del Instituto de Ciencias del Mar (CSIC), llegó a la conclusión de que el coral, entre los 20 y 60 metros de profundidad, tenía una media de altura de unos tres centímetros y un diámetro de la columna de unos cuatro o cinco milímetros. Si se compara con datos de hace 20 años, la diferencia es considerable, pues la altura entonces era de unos 12 centímetros y el diámetro, de 9 milímetros.

“Una vigilancia efectiva, apoyada en una legislación que penalice el furtivismo, y una reducción en el número de licencias aliviaría considerablemente el problema”, comenta el doctor Tsounis, del ICM-CSIC.

Pero se abre una puerta a la esperanza. Un reciente proyecto europeo de colaboración entre el ICM-CSIC y la Universidad de Pisa promueve el trasplante de colonias con placas de mármol o directamente con colonias adultas allí donde se ha extinguido “Es un proyecto ambicioso, pero ya probado y que funciona” comenta el doctor Lorenzo Bramanti, de la universidad italiana. Un metódico programa, en fin, para salvar el tan preciado y emblemático oro rojo del Mare Nostrum.

A la caza de los cazadores

Los furtivos, que están poniendo en jaque a las diferentes poblaciones de coral rojo en el Mediterráneo, colectan el coral pequeño y con la base, de forma que no puede regenerarse. El coral que antes ni tan sólo se consideraba apto para ponerlo en circulación en el mercado por ser muy pequeño ahora tiene compradores (hasta 300 euros el kilo de coral pequeño) que lo transforman en pequeños fragmentos hechos de pasta de coral o en afrodisíacos y productos homeopáticos. Jordi Bosch, coralero profesional, se queja de los furtivos: “Son una lacra. No hay control y no hay sanción real. Los furtivos campan a sus anchas”.

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